El Parque se ubica al sudoeste de la provincia de La Rioja. La primera categoría de protección que recibe el lugar es la de Parque Provincial, mediante la Ley 3509 del año 1975 . El área es declarada Parque Nacional el 11 de junio de 1997 por la Ley Nacional 24.846. El 29 de noviembre de 2000, la UNESCO lo declaró Patrimonio Natural de la Humanidad, conjuntamente con el Parque Provincial Ischigualasto en San Juan, por considerarlos a ambos como una misma unidad . La región está conformada por un sistema de sierras que se extienden de norte a sur. Es una zona de gran valor paleontológico a nivel mundial por la riqueza de fósiles que contiene. Los registros hallados cubren la secuencia casi completa del período triásico, de entre 240 y 200 millones de años de antigüedad.
Flora
La zona se encuentra dentro de la provincia fitogeográfica del Monte, donde predominan el matorral -o estepa arbustiva xerófila- y bosques marginales de algarrobo (7).
En la Sierra de los Tarjados, donde nacen ríos como el Talampaya, se encuentran ejemplares de algarrobos blancos (Prosopis alba) y negros (Prosopis nigra), bien desarrollados. Esto sugiere que la alta permeabilidad de los suelos permite la formación de depósitos de agua pocos metros por debajo de la superficie.
El algarrobo blanco está bien adaptado a este tipo de ambientes, ya que prospera en suelos secos, pobres, pedregosos y expuestos a una alta irradiación (6). Es un árbol típico de la Provincia del Monte, y se distribuye ampliamente en el nor-noroeste, de nuestro país (Buenos Aires, Córdoba, San Luis, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, Salta, Jujuy, Tucumán, Chaco y Formosa). Pertenece a la familia de las leguminosas y suele alcanzar grandes dimensiones (6). Los ejemplares del Parque Nacional Talampaya rondan los 80 cm de diámetro (1) y pueden llegar hasta los 10 o 12 metros de altura (6). Los frutos con forma de vaina son comestibles y se desarrollan en mayor número cuanto más seca es la estación. Son muy apreciados por los animales debido a su sabor dulce, y resultan también predados por insectos del género Bruchus sp., con la consecuente pérdida del poder germinativo de las semillas (6). La especie sufre una intensa explotación para la utilización de su madera, lo cual produjo una notable reducción en el número de ejemplares y en el tamaño de los individuos remanentes, ya que son preferidos los de mayor diámetro (6).
En las zonas alejadas de los cauces de agua, la vegetación se presenta achaparrada, con aspecto de matorral xerófilo. Estas plantas suelen tener espinas y se desarrollan alejadas unas de otras, dejando un alto porcentaje de suelo desnudo (sin cobertura vegetal) (1). Sobre los suelos arenosos y pedregosos característicos del lugar, la comunidad vegetal que se desarrolla es llamada “jarillal” (7), compuesto por una asociación de arbustos bajos y esparcidos, entre los que predominan las jarillas (Larrea divaricata y L. nitida) (7), de las que la comunidad toma su nombre, el matasebo (Monttea aphylla) y el monte negro (Boungainvillea spinosa) (7). Otras especies vegetales presentes son el retamo (Bulnesia retama), explotado por su resina o “cera”, el chañar (Geoffroea decorticans), la brea (Cercidium praecox), garabatos y espinillos (Acacia spp.) (1).
Además, pueden encontrarse especies de la familia de las cactáceas, y otros árboles como el tala (Celtis spinosa) y el sombra de toro (Jodina rhombifolia) (2)
Fauna
La fauna del Parque está representada por un importante número de especies de aves, reptiles y algunos mamíferos.
Entre la fauna de mamíferos se encuentran los guanacos (Lama guanicoe), de pelaje castaño y aspecto grácil, caracterizados por su cuello largo y patas delgadas. Se los encuentra generalmente agrupados, formando tropillas en áreas abiertas como pastizales o montes. Su distribución, muy amplia, se extiende desde Perú a Tierra del Fuego. Están bien adaptados para tolerar las importantes amplitudes térmicas diarias y estacionales y la escasez de agua, propias del ambiente Son herbívoros que consumen gran variedad de especies vegetales. Su predador natural es el puma, pero los factores que más contribuyen a la reducción de sus poblaciones son la caza de individuos adultos y crías, y la incorporación al ambiente de ganado doméstico, que compite con los ellos por el alimento (8)
.
Otro herbívoro presente es la mara (Dolichotis patagona) (2), especie endémica de la Argentina, uno de los roedores más grandes del país, representante de la familia Caviidae. Se caracteriza por poseer patas largas, que le permiten alcanzar altas velocidades en la carrera (60 km/h), y un pelaje pardo-amarillento. Se la suele encontrar en estepas graminosas y arbustivas, o en ambientes de monte, ya que prefiere los espacios abiertos. Estos animales, de hábitos gregarios, habitan madrigueras subterráneas que ellos mismos cavan, o utilizan cuevas construidas por otros animales de hábitos cavícolas como las vizcachas. Dentro de las colonias, las crías son cuidadas por un conjunto de hembras, que actúan como madres sustitutas para los pequeños cachorros. Tal vez, este particular comportamiento social sea el rasgo más notorio de la especie, cuyos principales predadores naturales son los felinos silvestres. La distribución de la mara, bastante amplia, se extiende desde Santa Cruz hasta Catamarca. Sin embargo, las poblaciones silvestres están experimentando una retracción numérica por causas no del todo conocidas. Posiblemente, tal como sucede con otros herbívoros autóctonos, el factor más importante de este retroceso sea la competencia por los recursos con otros herbívoros introducidos por el hombre, como la liebre europea, Además, la especie es asediada por el hombre para el consumo de su carne (8).
Los roedores son abundantes y, como la mara, mayormente de hábitos cavícolas. Entre los que debemos mencionar como especies de valor especial se encuentran la rata chinchilla (Abrocoma cinerea), víctima de la caza, y la rata cola peluda (Octomys mimax), especie con pocos registros y, por lo tanto, en un estado de conservación incierto (2, 9).
Entre los carnívoros, el puma (Puma concolor) es el mayor de los felinos que habitan el Parque, aunque tampoco es una especie exclusiva de esta región. Se lo encuentra distribuido de norte a sur dentro de nuestro país, pero lamentablemente ya se ha extinguido en algunas de las provincias donde se lo solía ver (9).
Otro de los carnívoros que se encuentran en este ambiente es el zorro gris chico, (Dusicyon griseus), especie exclusivamente sudamericana, adaptada a climas áridos. Su dieta, de lo más variada, incluye desde vegetales hasta pequeños mamíferos, pasando por frutos, huevos, carroña e incluso insectos. Como sucede con la mayoría de los mamíferos, el puma es su principal predador natural.
Los armadillos son típicos de este tipo de ambientes de monte. Se trata de mamíferos muy peculiares del orden de los Edentados, caracterizados por tener el cuerpo recubierto por una caparazón conformada por placas, como el pichiciego menor (Chlamyphorus truncatus), el quirquincho bola (Tolypeutes matacus) y la mulita (Dasypus hybridus) (2). El pichiciego menor es el armadillo más pequeño. Tiene un suave pelaje blanco y fuertes uñas especialmente adaptadas para cavar, en pocos minutos, sus madrigueras en los suelos áridos y pedregosos.
Se alimentan sobre todo de invertebrados, aunque su dieta es omnívora. Dado que pasan gran parte del día dentro de sus cuevas, son difíciles de observar, y por ello, la especie es considerada a nivel internacional como “insuficientemente conocida”, mientras que a nivel nacional se le ha asignado la categoría de “indeterminada”. Se sabe, sin embargo, que la especie es víctima de la caza para consumo de su carne (9).
Dentro del Parque se han registrado otros mamíferos como la comadreja overa (Didelphis albiventris), zorrinos (Conepatus chinga, C. castaneus), vizcachas de la sierra (Lagidium viscacia), murciélagos de varias especies (Desmodus rotundus, Tadarida brasiliensis), hurones (Galictis cuja), cuises (Microcavia australis y Galea musteloides) y el piche llorón (Chaetophactus vellerosus).
En cuanto a las aves, han sido registradas más de 70 especies, de las cuales 4 son endémicas del país: el canastero castaño (Asthenes steinbachi), el cacholote pardo (Pseudoseisura gutturalis), el gallito arena (Teledromas fuscus) y la monterita canela (Poospiza ornata) (2). El suri o choique (Pterocnemia pennata), ave de la familia Rheidae, es considerado una especie de valor especial, dado que en el país está categorizada como “vulnerable” y a nivel internacional como “en peligro” (9). Se trata de un ave corredora, de aspecto similar al del ñandú común (Rhea americana), también presente en la zona (1). De comportamiento gregario y dieta predominantemente herbívora, estas aves habitan los ambientes de tipo estepario y de monte, y se las puede observar alimentándose junto a vicuñas y guanacos (9).
Es destacable la presencia del cóndor (Vultur gryphus) (1), habitante frecuente de toda la cordillera andina, preferentemente donde las alturas superan los 2000 metros (10), a pesar de los variados ataques que sufre por parte del hombre, como envenenamientos y disparos con armas de fuego (9).
También hay reptiles como la víbora de la cruz (Bothrops alternatus), la víbora cascabel (Crotalus durissus terrificus) (1), algunas pocas culebras y varias especies de lagartijas.
REGISTROS PALEONTOLÓGICOS
Este Parque se encuentra dentro de la llamada cuenca “Ischigualasto-Villa Unión”, que se extiende entre las localidades de Villa Unión y Los Baldecitos, y entre el río Bermejo y la Sierra de Sañogasta. Es una zona de gran valor paleontológico a nivel mundial (1, 15) por la riqueza de fósiles que contiene. El Parque Provincial Ischigualasto, en la provincia de San Juan, es otra área protegida por su importancia paleontológica, dentro de esta cuenca.
Los registros hallados cubren la secuencia casi completa del período triásico, de entre 240 y 200 millones de años de antigüedad (15).
Los sucesos biológicos que acontecieron durante este período son de una relevancia excepcional para entender cómo evolucionaron las formas de vida animal que dieron origen a los verdaderos dinosaurios, como así también las que darían origen, posteriormente, a los primeros mamíferos. Los restos fósiles hallados entre los sedimentos de las capas triásicas indican que éste fue un período en el que desaparecieron grupos de plantas y animales primitivos del paleozoico, y la Tierra fue progresivamente dominada por nuevos organismos con nuevas adaptaciones (15).
Por lo tanto, la etapa geológica que nos ocupa estuvo marcada por cambios biológicos bruscos, mientras que, por el contrario, los procesos geológicos fueron relativamente leves.
En ese entonces, el paisaje era completamente diferente al actual. El relieve era mayormente llano y las masas continentales actuales estaban unidas, conformando un único continente gigante, llamado Pangea. La Cordillera de los Andes todavía no se había formado.
Los hallazgos paleontológicos revelan que en la zona predominaron condiciones de abundante humedad, bajo las cuales se desarrollaron frondosos bosques con árboles como Rhexoxilon, de 10 a 15 metros de altura y troncos de unos 45 a 60 cm de diámetro; coníferas Araucarites; helechos como Cladophlebis y Dicroidium, de la extinta familia Corystopermaceae, con su característica ramificación dicotómica; Cycadales; Neocalamites; etc. A esta flora dominante durante el período triásico se la conoce con el nombre de “Flora de Dicroidium”, también presente en otras partes del Hemisferio Sur, como la India, África y Australia, dado que la existencia de Pangea facilitaba el desplazamiento de los organismos. De esta vegetación se siguen recuperando troncos petrificados, improntas de hojas y restos carbonosos, entre los que se encontraron cutículas de hojas en muy buen estado de preservación. La información extraída a partir del estudio de las estructuras anatómicas de los restos fósiles vegetales permite, entre otras cosas, deducir que el clima presentaba variaciones estacionales en cuanto a la disponibilidad de agua, ya que, por ejemplo, en los troncos petrificados se encontraron adaptaciones para hacer frente a períodos de sequía (15).
El terreno habría estado surcado por numerosos ríos, que fueron modificando su cauce a lo largo de los siglos, arroyos y zonas bajas pantanosas, o sea, distintos ambientes que albergaban una variada y abundante fauna de reptiles, anfibios, peces e invertebrados. Algunos de los reptiles encontrados llegaron a pesar una tonelada, aunque se estima que lo común para la mayoría de las especies serían unos 150 a 200 kg. Los restos biológicos de todos estos organismos quedaron atrapados y posteriormente se fosilizaron dentro de capas sedimentarias superpuestas, a lo largo de sucesivos procesos de depositación que se extendieron por 40 millones de años, y que dieron como resultado lo que hoy se reconoce como las distintas formaciones que han rellenado la cuenca (15).
Los estudios de los fósiles de vertebrados que habitaron la zona permiten reconocer la existencia de tres faunas que se sucedieron en una secuencia evolutiva conocida como “reemplazo faunístico” del triásico. La más antigua de ellas estaba dominada por los Therapsida, reptiles mamiferoides que aportan gran información evolutiva acerca del origen de los mamíferos. Asociados a éstos, se encontraba un grupo de tetrápodos primitivos, los Archosauria, antecesores de los dinosaurios. Posteriormente aparecieron los verdaderos dinosaurios, Saurisquios y Ornitisquios, formas evolucionadas a partir de los primitivos Archosauria, que llegarían a su apogeo durante los dos períodos siguientes: el jurásico y el cretácico. A la última etapa del triásico superior corresponde la fauna compuesta por dinosaurios prosaurópodos, dominantes en número y de grandes dimensiones. En este intervalo de tiempo, ya se aprecia la total dominancia de los Archosauria en la fauna y el desplazamiento y la disminución en variedad de los Therapsida. Entre estos Archosauria prosaurópodos de finales del triásico, se han hallado ejemplares como Riojasaurus incertus, un herbívoro cuadrúpedo de unos 8 metros de largo y aproximadamente 1,60 metros de altura, cuello largo y poderosas garras (15).
De lo expuesto, surge que los acontecimientos biológicos que han quedado registrados en las capas sedimentarias de la cuenca Ischigualasto-Villa Unión, corresponden a un período clave en la evolución de los vertebrados tetrápodos (15).
El grupo de reptiles mamiferoides, los Therapsida (Dicynodontia y Theriodontia), ha sido muy variado. Se han encontrado ejemplares herbívoros, carnívoros, omnívoros y hasta insectívoros. Tuvieron importantes adaptaciones en cuanto a la masticación, lo cual posibilitó un mayor procesamiento de los alimentos y el desarrollo de un cerebro más complejo. Los Dicynodontia, de hábitos herbívoros, se caracterizaban por un cuerpo robusto, seguramente de movimientos lentos debidos a sus patas cortas y su postura cuadrúpeda y plantígrada, similares a un rinoceronte actual. Entre los Cynodontia, representantes de los Theriodontia, también se encuentran formas similares, pero además hubo especies pequeñas cuyo rasgo destacable es el desarrollo de una dentición diferenciada y completa. Uno de los más interesantes es Probainognathus jenseni, pequeño cinodonte carnívoro con un cráneo de entre 8 y 10 cm de largo cuyas características anatómicas lo vinculan cercanamente con los primeros mamíferos. Durante el triásico superior, y en consonancia con el gradual retroceso numérico de la fauna de tetrápodos, se observa que los Therapsida alcanzan tamaños enormes, tal vez como defensa frente al avance de los Archosauria (15).
Los Archosauria, por el contrario, se caracterizaron por un alto desarrollo evolutivo de la locomoción. Si bien los representantes actuales de este grupo son los cocodrilos, durante el triásico hubo una tendencia hacia la posición bípeda y digitígrada. Probablemente haya sido la capacidad de efectuar desplazamientos veloces lo que determinó el éxito evolutivo de este grupo durante el triásico medio y el de sus sucesores durante los períodos siguientes (15).
Un importante hallazgo en la zona de Talampaya, fue el de un representante de Archosauria, Lagosuchus talampayensis, posible precursor de los dinosaurios, si se tienen en cuenta los caracteres particulares de sus extremidades posteriores. Sin embargo, no debemos imaginar a este ejemplar como un gigante depredador. Su longitud no superaba los 40 cm y su altura alcanzaba como máximo los 25 cm. Era un pequeño reptil, posiblemente insectívoro y seguramente muy veloz (15).
Además, la cuenca ha permitido recuperar no sólo los restos de Palaeochersis talampayensis, una tortuga primitiva de finales del triásico, sino también fósiles de anfibios laberintodontes, peces, bivalvos de agua dulce, entre muchos otros. A su vez, se han encontrado manifestaciones de cenizas volcánicas que cubrieron parte de la región, lo cual indica que estuvo afectada por un régimen de erupciones, aunque no se ha determinado aún cuál fue la magnitud de estos eventos, ni con qué intensidad afectaron a las formas de vida animal y vegetal que allí habitaban (15).
Investigación y Textos: Cintia Celsi
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez
Ubicación
El Parque se ubica al sudoeste de la provincia de La Rioja, dentro de los departamentos de Coronel Felipe Varela e Independencia, entre los 29° 45’ S y 67° 50’ W. El límite norte del Parque dista 20 km de la localidad de Pagancillo (La Rioja) y 50 km de Villa Unión (La Rioja), ciudad donde tiene su sede la Intendencia del Parque. El límite sur dista 5 km de la localidad de Baldecitos (San Juan) (2).
Superficie
La superficie del Parque es de 215.000 hectáreas (2).
Relieve
La región está conformada por un sistema de sierras que se extienden de norte a sur. El paisaje se caracteriza por las llanuras arenosas, los bolsones y las mesetas (2). En el Parque se levantan la Sierra de los Tarjados, la Sierra Morada hacia el oeste (sobre el límite entre las provincias de San Juan y La Rioja) y hacia el este las sierras de Vilgo, de Paganzo y la Sierra de Sañogasta. Esta última se sitúa frente al Parque, y es una prolongación de la Sierra de Famatina (ubicada al norte), perteneciente al sistema de las Sierras Pampeanas. Entre la Sierra Morada y la Sierra de Sañogasta se abre un valle, interrumpido por la Sierra de los Tarjados (1). La mayor altura de la Sierra Morada, que se halla en su sector norte, es el Cerro Rajado, de 2000 metros (2).
La Sierra de los Tarjados tiene un largo aproximado de 20 km. Está constituida por areniscas y las arcillas del período triásico. Los factores climáticos como los fuertes vientos, las lluvias y las diferencias bruscas de temperatura, ejercen una pronunciada acción erosiva sobre estos materiales, produciendo diferentes geoformas que caracterizan al paisaje de la región, como acantilados, farallones que pueden superar los 100 m de altura, obeliscos, columnas y estrías, entre otras. Los cauces esporádicos de los ríos enriquecen más esta geomorfología, dando origen a cañones y gargantas (1). Algunas de las esculturas naturales que han sido modeladas por los factores climáticos reciben nombres particulares según lo que le sugieran la imaginación humana, por ejemplo, “El Rey Mago”, “La Catedral” y “El Monje” (2).
Los suelos son semidesérticos grises (5), carentes casi por completo de materia orgánica, producto de las condiciones áridas de la zona, que dificultan la humificación. Debido a esto, el suelo está formado directamente por la roca madre, sobre la cual actúan el viento y el agua, desprendiendo y transportando partículas de diferentes tamaños. Abundan los cantos rodados y otros materiales pedregosos. Este tipo de suelo suelto, poco desarrollado, es altamente susceptible a la acción de las lluvias, cuyo efecto es relevante en cuanto al modelado del paisaje.
Las lluvias, que se caracterizan por ser torrenciales, aunque muy esporádicas, descargan abundante cantidad de agua en cortos períodos de tiempo. Durante estos episodios, el agua se encauza siguiendo la pendiente natural del terreno y formando corrientes esporádicas lo suficientemente caudalosas como para producir surcos y canaletas sobre un suelo pobre, de escaso desarrollo. Los procesos de erosión, a los cuales estos suelos son altamente susceptibles, se ven acentuados por otros factores climáticos, tales como las diferencias de temperatura diarias y estacionales, el viento y la alta insolación (3). Como resultado, aparecen sobre el terreno surcos de entre 7 y 8 metros de ancho (1, 5). Además, la acción de las corrientes de agua sobre las laderas genera el arrastre de partículas rocosas de diferente tamaño, dejándolas esparcidas al pie de las montañas. Sobre estas acumulaciones de escombros actúa luego el viento como agente de selección. Las partículas más finas, como las arenas, son levantadas y transportadas, acumulándose posteriormente en los valles y dando origen a los médanos (3).
Este tipo de suelo, en asociación directa con el tipo de clima dominante, sustenta una vegetación pobre, de características xerófilas, espinosa y de hojas pequeñas. La escasa cobertura vegetal deja un alto porcentaje de suelo desnudo, expuesto a los factores erosivos (5).
Relieve
La región está conformada por un sistema de sierras que se extienden de norte a sur. El paisaje se caracteriza por las llanuras arenosas, los bolsones y las mesetas (2). En el Parque se levantan la Sierra de los Tarjados, la Sierra Morada hacia el oeste (sobre el límite entre las provincias de San Juan y La Rioja) y hacia el este las sierras de Vilgo, de Paganzo y la Sierra de Sañogasta. Esta última se sitúa frente al Parque, y es una prolongación de la Sierra de Famatina (ubicada al norte), perteneciente al sistema de las Sierras Pampeanas. Entre la Sierra Morada y la Sierra de Sañogasta se abre un valle, interrumpido por la Sierra de los Tarjados (1). La mayor altura de la Sierra Morada, que se halla en su sector norte, es el Cerro Rajado, de 2000 metros (2).
La Sierra de los Tarjados tiene un largo aproximado de 20 km. Está constituida por areniscas y las arcillas del período triásico. Los factores climáticos como los fuertes vientos, las lluvias y las diferencias bruscas de temperatura, ejercen una pronunciada acción erosiva sobre estos materiales, produciendo diferentes geoformas que caracterizan al paisaje de la región, como acantilados, farallones que pueden superar los 100 m de altura, obeliscos, columnas y estrías, entre otras. Los cauces esporádicos de los ríos enriquecen más esta geomorfología, dando origen a cañones y gargantas (1). Algunas de las esculturas naturales que han sido modeladas por los factores climáticos reciben nombres particulares según lo que le sugieran la imaginación humana, por ejemplo, “El Rey Mago”, “La Catedral” y “El Monje” (2).
Los suelos son semidesérticos grises (5), carentes casi por completo de materia orgánica, producto de las condiciones áridas de la zona, que dificultan la humificación. Debido a esto, el suelo está formado directamente por la roca madre, sobre la cual actúan el viento y el agua, desprendiendo y transportando partículas de diferentes tamaños. Abundan los cantos rodados y otros materiales pedregosos. Este tipo de suelo suelto, poco desarrollado, es altamente susceptible a la acción de las lluvias, cuyo efecto es relevante en cuanto al modelado del paisaje.
Las lluvias, que se caracterizan por ser torrenciales, aunque muy esporádicas, descargan abundante cantidad de agua en cortos períodos de tiempo. Durante estos episodios, el agua se encauza siguiendo la pendiente natural del terreno y formando corrientes esporádicas lo suficientemente caudalosas como para producir surcos y canaletas sobre un suelo pobre, de escaso desarrollo. Los procesos de erosión, a los cuales estos suelos son altamente susceptibles, se ven acentuados por otros factores climáticos, tales como las diferencias de temperatura diarias y estacionales, el viento y la alta insolación (3). Como resultado, aparecen sobre el terreno surcos de entre 7 y 8 metros de ancho (1, 5). Además, la acción de las corrientes de agua sobre las laderas genera el arrastre de partículas rocosas de diferente tamaño, dejándolas esparcidas al pie de las montañas. Sobre estas acumulaciones de escombros actúa luego el viento como agente de selección. Las partículas más finas, como las arenas, son levantadas y transportadas, acumulándose posteriormente en los valles y dando origen a los médanos (3).
Este tipo de suelo, en asociación directa con el tipo de clima dominante, sustenta una vegetación pobre, de características xerófilas, espinosa y de hojas pequeñas. La escasa cobertura vegetal deja un alto porcentaje de suelo desnudo, expuesto a los factores erosivos (5).
Hidrografía
Todos los ríos del área son de cauce esporádico, pertenecientes a la cuenca del río del Alta, que desemboca en el Bermejo, en la provincia de San Juan (1).
Algunos de los ríos de esta cuenca son el Talampaya, el Médanos y el Chañares. El río Talampaya tiene su naciente en la Sierra de los Tarjados.
Las lluvias, que como ya se dijo se caracterizan por ser torrenciales pero muy poco frecuentes a lo largo del año, generan cauces efímeros que se secan a las pocas horas (1). Las corrientes de agua que se forman durante estos chubascos producen un importante efecto erosivo sobre los suelos poco desarrollados, dando origen a surcos y canaletas (5).
Clima
El clima característico del área es árido o semiárido, típico de sierras y bolsones (1). Sin embargo, se trata de una zona donde el relieve cumple una función muy importante como determinante de las condiciones climáticas a pequeña escala (3). Sobre las laderas orientales de las sierras que reciben más precipitaciones, suelen desarrollarse microclimas húmedos (1), mientras que en las laderas que no están expuestas a las lluvias se generan microclimas áridos (3). En el fondo de los valles, donde se registra una ausencia casi total de humedad, predomina un clima desértico (3).
Como respuesta biológica a estas diferencias locales dadas por la altura y la orientación de las laderas, se presentan formas de vida con distintas adaptaciones a uno u otro tipo de ambiente (3).
Los veranos y los inviernos presentan marcadas diferencias de temperatura y humedad (3). En cuanto a las lluvias, son muy escasas en la región, donde se registran los valores mínimos para el país (3). Ocurren mayormente en verano, de octubre a marzo, y se calcula una precipitación anual aproximada que oscila apenas entre los 150 y los 170 mm (1), en tanto que en los sitios donde más llueve, el aporte de agua no supera los 300 mm anuales (3).
En la zona se registran largos períodos de sequía. Hacia el oeste, los valles reciben paulatinamente un menor aporte de lluvias (3). La alta radiación solar y los vientos contribuyen a acentuar las características de aridez (1). La evaporación es fuerte, lo cual, sumado al bajo aporte de lluvias, resulta en un déficit de humedad que siempre supera los 400 mm (3) a lo largo del año.
El viento Zonda es el más típico de la región. Avanza desde el noroeste en forma de fuertes ráfagas de aire seco, trayendo consigo un aumento de la temperatura en varios grados y la intensificación de la sequedad (3). Otro viento característico de La Rioja es el llamado El Troyano, nombre que alude a la Quebrada de Troya, desde donde este viento sopla. Tiene características similares a las del Zonda. El relieve, una vez más, determina en gran medida la acción de los vientos (3).
En La Rioja (al igual que en Catamarca) se registran amplitudes térmicas estacionales (entre enero y julio) de alrededor de 15°C (3). Los valores diurnos son generalmente muy altos (3), y los veranos, cálidos, con temperaturas máximas superiores a los 50°C al sol. Entre octubre y marzo es común que las temperaturas superen los 30°C (3), en tanto la mínima de invierno puede llegar a los 7°C (1). Durante esta estación las condiciones del tiempo se vuelven más agradables: noches frescas y pocas lluvias (1), con temperaturas máximas algo superiores a los 20°C (3).
Investigación y Textos: Cintia Celsi
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez
Cómo llegar
Se accede por la ruta nacional N° 76 (ex ruta provincial N° 26). Desde el km 136, restan 12 km hasta la Puerta de Talampaya (1). Desde Buenos Aires, el trayecto es de 1.231 km, por Rosario. El acceso al Cañón de Talampaya se encuentra a la altura del km 146 de la ruta nacional N° 76, saliendo de la localidad de Patquía (La Rioja). Entre el Parque y la capital de La Rioja hay un trayecto de 250 km (2). Por la ruta nacional N° 40, se llega al Parque saliendo desde Chilecito (La Rioja) (2).
Recursos Culturales
Uno de los objetivos principales de la creación de este Parque fue la preservación de la importante riqueza arqueológica que alberga.
Se han encontrado en la zona numerosas manifestaciones del arte rupestre precolombino, entendiéndose éste como “toda manifestación plástica bidimensional sobre superficie rocosa, de carácter etnológico” (11).
Se trata de grabados en técnica martillada, y se los ha asociado con antiguos pobladores indígenas, agricultores-alfareros, tal vez relacionados con la cultura de “La Aguada” (Catamarca y norte de La Rioja), de entre 700 y 1100 años de antigüedad o tal vez un poco más. (12).
Los grabados encontrados en la región se interpretan como motivos mágico-religiosos. Los sitios de estos hallazgos suelen ser inhóspitos, raramente asociados a los sitios habitacionales (11). Uno de estos sitios, la llamada “Puerta de Talampaya”, se encuentra dentro del Parque y es considerado uno de los más notables por la riqueza de petroglifos o grabados sobre roca que posee (12). El lugar, ubicado en la Sierra de los Tarjados, es una quebrada con enormes paredones verticales, producto de la erosión provocada por el paso del agua en tiempos remotos (12).
Entre las figuras halladas pueden mencionarse dibujos mascariformes, a los que se les adjudica un significado mágico-religioso; signos tridígitos, bastante representados en el área andina y patagónica, identificados como “rastros de avestruz”; formas humanas fuertemente estilizadas, algunas de las cuales simbolizarían divinidades; improntas de pies; guanacos; dibujos zigzagueantes y cruciformes; pisadas de pumas; soles; hombres con “alas de mariposa”, entre otros. El estudio detallado de todas estas manifestaciones indica que, para los habitantes precolombinos, éste habría sido un lugar sagrado, al que tal vez veían como la representación de una “puerta al más allá” (12).
Asociados a los grabados se han encontrado elementos que permiten reconocer una cultura agrícolo-alfarera arcaica. Entre ellos figuran rocas con morteros o tacitas y fragmentos de cerámica (12).
Es interesante destacar que los petroglifos de la Puerta de Talampaya presentan semejanzas con otros de dos lugares diferentes del país: la Piedra Marcada de San Buena, en Córdoba, y la roca del Cerro Morado, en Ñorquín, Neuquén, lo cual incrementa aun más la importancia arqueológica del sitio.
Ecoturismo
El turismo llega a la zona mayormente durante el invierno, cuando el tiempo es más agradable y fresco (1)
El Parque Nacional ofrece al visitante un paisaje de inigualable belleza escénica, caracterizado por un relieve típico de clima desértico. Se pueden recorrer cañones y quebradas, admirando variadas geoformas resultantes de la erosión provocada por los factores climáticos sobre la roca.
Para trasladarse por el Parque se pueden contratar tres diferentes excursiones en camioneta con servicio de guía. Uno de los circuitos lleva hasta “El Monje”, la más impactante de las figuras esculpidas en la roca por acción de la naturaleza, la cual sorprende por sus 50 m de altura. El trayecto hacia “Ciudad Perdida”, que recorre un maravilloso paisaje modelado por el agua y el viento, también permite observar curiosas geoformas que pondrán a prueba la imaginación del turista. El tercero de los circuitos es el de “Los Cajones”, que permitirá al visitante conocer la riqueza arqueológica de la zona (2).
También se pueden realizar excursiones en bicicleta hacia el “Jardín Botánico” o “La Catedral”, o bien caminatas.
Hay que tener en cuenta que sólo son admitidos los vehículos particulares con doble tracción, acompañados por un guía, ya que el trayecto se realiza sobre el lecho del río Talampaya (2).
Otro de los principales atractivos turísticos son las manifestaciones de arte rupestre de antiguas culturas que habitaron la zona, apreciables en los distintos circuitos guiados. Los mejores sitios preparados para tal fin son “La Puerta de Talampaya” y “Los Pizarrones” (2).
No menos interesante resulta conocer otros aspectos de la naturaleza que ofrece el área, sobre todo una muestra preservada de la provincia fitogeográfica del Monte, exclusivamente argentina, con su fauna y flora características. Agrupados donde la escasa humedad del ambiente así lo permite, crecen algarrobos añosos, con un asombroso desarrollo en altura y diámetro. Donde la sequía es casi permanente, se encuentran esparcidas las cactáceas y los arbustos xerófilos como las jarillas. También es posible divisar algún cóndor desplegando sus fantásticas alas en busca de alimento, o deleitarse con la simpática silueta de los guanacos a unos metros de distancia. Finalmente, si el visitante es afortunado, tal vez se cruce en el camino con algún tímido armadillo asomándose desde su cueva subterránea.
Las instalaciones con que cuenta el Parque son una oficina de turismo, donde se puede adquirir folletería e información y hacer uso de la confitería y los sanitarios. Allí se pueden comprar víveres y enseres útiles para el turista. Es importante aclarar que estas instalaciones no son suficientes para recibir a la creciente cantidad de turistas que llega al Parque. Sin embargo, se prevé su mejoramiento, así como la construcción de un centro de interpretación y sanitarios en un sector cercano. Existe dentro del área protegida una zona de acampe, y los visitantes que prefieran alojarse en hospedajes u hoteles, encontrarán esas y otras comodidades en las localidades más cercanas: Pagancillo, distante 35 km del Parque Nacional y Villa Unión, a 70 km.
Conservación
En lo que respecta a la fauna, lamentablemente se siguen registrando, hoy en día, episodios de caza furtiva, actividad ESTRICTAMENTE PROHIBIDA por la Ley 22.351 de Parques Nacionales en su artículo quinto (13). Varias especies como los choiques, maras y guanacos son objeto de esta práctica ilegal (14). La gravedad del problema se incrementa aun más si consideramos que muchas de las poblaciones animales que habitan el Parque, pertenecen a especies que se encuentran en un delicado estado de conservación, como el choique, que integra la lista de especies en situación “vulnerable” dentro del país, y está categorizada como “en peligro” a nivel internacional (9). Una de las principales causas de la falta de control es la cantidad de personal a cargo del Parque, que resulta insuficiente dadas las dimensiones del área (14). Asimismo, a lo largo de la ruta nacional N°76, que atraviesa el Parque, se producen ocasionalmente atropellamientos de animales silvestres y el ingreso de vehículos por lugares no autorizados, en forma difícil de vigilar.
La presencia de ganado y burros cimarrones también sería causante de trastornos sobre la fauna autóctona, dado que compite con ésta por los recursos.
El patrimonio arqueológico y paleontológico ha sido, en varias ocasiones, objeto de robos y daños (14). Sin embargo, los petroglifos de este Parque Nacional se conservan en buen estado, lo cual sería en parte atribuible a la presencia y control de los guías que obligatoriamente deben acompañar a los visitantes a lo largo de los circuitos turísticos (2), lo cual ha demostrado ser una apropiada medida preventiva.
Desde la declaración del área como Parque Nacional (año 1997) y Patrimonio Natural de la Humanidad (año 2000), se ha incrementado la afluencia de visitantes en forma desbordante. Esto vuelve indispensable una planificación orientada a encauzar el turismo, en especial durante la época invernal y de Semana Santa (14). Durante estos períodos, es notable el incremento de basura y otras alteraciones sobre el medio, como la erosión de los suelos por pisoteo excesivo y el deterioro de la vegetación, debido al intenso tránsito de personas por sitios no habilitados para tal fin. Cabe mencionar que, a efectos de mejorar la recepción del visitante, se prevé rediseñar las instalaciones (14).
Otra de las presiones que amenazan la integridad de este área natural protegida, es la propuesta de construcción de hoteles de grandes dimensiones dentro de los límites del Parque, cuando lo apropiado es que dicha infraestructura se instale afuera o en localidades vecinas, tal como lo establece la mencionada ley 22.351 (13) Sin duda, este tipo de obras generarán diferentes impactos negativos sobre la naturaleza del área, tales como la degradación del valor paisajístico, disturbios sobre la fauna y aumento en la producción de residuos, sólo por mencionar algunos, lo cual, además, resulta incompatible con el carácter de “Patrimonio Natural de la Humanidad”otorgado al Parque (14).
Fecha e Instrumento Legal de Creación
La primera categoría de protección que recibe el lugar es la de Parque Provincial, mediante la Ley 3509 del año 1975 (4). El área es declarada Parque Nacional el 11 de junio de 1997 por la Ley Nacional 24.846. El 29 de noviembre de 2000, la UNESCO lo declaró Patrimonio Natural de la Humanidad, conjuntamente con el Parque Provincial Ischigualasto (Valle de la Luna) en San Juan, por considerarlos a ambos como una misma unidad (2).
Bibliografía
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Investigación y Textos: Cintia Celsi
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