Es un Parque Provincial de casi 7000 hectáreas muy cercano a la ciudad de Puerto Iguazú. El área se conservó durante muchos años en buen estado en manos del Ejército Argentino. Luego, el Estado Nacional cede el dominio de la tierra a la provincia de Misiones y en 2004 una ley provincial lo consagra como área natural protegida. Resguarda la naciente del arroyo Mbocay y una gama importante de especies vegetales y animales de gran relevancia para la conservación. Integra el Corredor Verde Misionero y por su ubicación podría sumarse al proyectado parque internacional, conjuntamente con la Repúblicas del Brasil y Paraguay.
Se presentará un panorama más o menos exhaustivo de la flora de toda la provincia, teniendo en cuenta que los distintos sectores ocupados por la selva misionera comparten en buena medida una enorme cantidad de especies en cada uno de los estratos, lo que facilita enormemente la confección y la lectura de las monografías de cada una de las más de sesenta áreas naturales protegidas que posee Misiones. Al final de esta descripción se efectuará un análisis de las peculiaridades de esta reserva.
De las clasificaciones en regiones fitogeográficas que se realizaron del territorio argentino desde el año 1950 en adelante, todas concuerdan, a excepción de una, en considerar a Misiones en su conjunto como un único distrito con distintas denominaciones: Cabrera (1976) la denomina provincia Paranaense, anteriormente este mismo autor (1951, 1953 y 1958), la llamó provincia Subtropical Oriental, Morello (1988 )la llama unidad biogeográfica de las Selvas Misioneras, y la realizada por Burkart et. al.(1999), dentro del Programa Institucional Ambiental promovido por la Secretaría de Recursos Naturales de la Nación y la A.P.N., llama eco-región de las Selva Paranaense a toda la provincia a excepción de las llanuras del extremo sur que las incluye en una categorización que llama eco-región de Campos y Malezales que se extiende hasta la provincia de Corrientes. También recibe el nombre de Bosque Atlántico del Alto Paraná.
Para la descripción de la flora del Parque Puerto Península se toma como base el trabajo de Bosso (1994). Señala este autor que el dosel está formado por árboles bien representativos de la pluviselva. Entre las especies más conspicuas se menciona al timbó (Emterobium contoritsiliquum) una de los árboles de gran porte de la selva misionera – hay un ejemplar identificado en un área protegida que ostenta cuarenta y dos metros de alto y 2,10 m de diámetro en su tronco-; al guatambú blanco (Balfourodendron riedilanium), que también puede verse como un “emergente” dado que alcanza los 25 metros de altura, formando por una copa semiglobosa con ramas delgadas y hojas semipersistentes con tres folíolos que terminan en puntas agudas (Dimitri, 1997); laurel amarillo (Nectandra lanceolada); el lapacho negro, ipé o tayí-piraí (Tabebuia ipe), hermoso árbol de hasta 30 metros de altura con un tronco que puede llegar a los 1,5 m de diámetro, con flores de color rojizo o rosado intenso que se destacan a la distancia; el palo borracho o samohú (Ceiba speciosa-antes Chorisia speciosa-), es un bellísimo árbol que tiene su tronco abultado cuando no está rodeado de otros árboles y su base es angosta, luciendo en época de floración una muy vistosa flor de tamaño grande con cinco pétalos que en su extremo distal son de tono rosado violáceo y en la parte interna lucen blancos con suaves vetas oscuras, muy visitadas por una gran cantidad de insectos y por picaflores de distintas especies; el ibirá pitá (Peltophorum dubium) – no demasiado común- que puede tener un tronco de casi dos metros de diámetro; el alecrín (Holocalyx balansae) con las características pencas , que son como “costillas” que lo afirman al suelo; el laurel negro o ayuí hú (Nectandra saligna), género que tiene tres especies más que lo acompañan en su distribución paranaense, y posee la llamativa característica que cuando maduro suele ahuecarse (López y Cámara, 2005); el yacaratiá (Jacaratia dodecaphylla), de porte medio que ronda los 12 m de altura, posee látex y en la corteza unos singulares aguijones cuando el árbol es joven; el loro negro o peteribí (Cordia trichotoma), abundante en el área prospectada; el cedro misionero o ihgarí (Cedrela fissilis), originario de América tropical y subtropical, cuyo nombre común de cedro le viene por la fragancia de la madera que es muy similar al cedro del viejo mundo; el lapacho negro o tayí-hú (Tabebuia heptaphylla), prácticamente de madera imputrescible (aún subsisten en las ruinas de San Ignacio las vigas empleadas por los Jusuitas)(López y Cámara, op. cit.); la grapia (Apuleia leiocarpa) de gran porte que puede superar los 40 metros de altura y el diámetro del tronco 60 a 70 centímetros, con la corteza de color gris claro y escamosa; el canela de venado (Helietta apiculata), escaso en el Parque prospectado; la palmera pindó (Arecastrum romanzoffiana) una grácil palmera con elevados estípites y hojas pinadas, cuyos frutos son alimento preferido por muchas especies animales, y el higuerón (Ficus sp.) una particular especie, con características de enredadera pero su porte es arbóreo, que crece enroscándose literalmente sobre otras especies y termina por matarlas , entre muchas especies más.
En el estrato de los emergentes se destaca en el área el palo rosa (Aspidosperma polyneuron), especie declarada Monumento Natural Provincial, del que se conocieron en Brasil ejemplares que alcanzan los 50 metros de altura.
Las especies de árboles más conspicuas que se observan en el dosel del Parque Puerto Península son el ñapindá o cincho (Sorocea bonplandii) ; aguay o agua-í (Chrysophyllum gonocarpun), de fruto comestible previa cocción ; la cancharana (Cabralea canjerana) ; el carayá bola (Guarea pohlii); el palmito (Euterpe edulis), legalmente protegido en Misiones, es una muy bonita palmera de tronco o estípite de muy poco grosor que se eleva hasta más de 20 metros y está confinada su distribución en la Argentina, el extremo norte de la provincia de misiones y es muy buscada por furtivos por el gran valor del cogollo, que una vez quitado de la planta esta muere ; el yaguá pindá (Pisonea aculeata), es una enredadera apoyante que puede formar un tronco de hasta de 10 cm. de diámetro; y otras especies.
En los terrenos desmontados o capueras son abundantes el fumo bravo (Solanum garnulosoteprosum), la caña tacuarembó (Chasquea ramossisima), el palo pólvora (Trema micrantha) y el loro blanco (Bastardiopsis densiflora) como especies predominantes.
En este Parque se descubrió una especie que no se había visto antes en territorio argentino: el urunday-pará (Astronium fraxinifolium)(Chebez, 2006).
Pasando al estrato intermedio llaman la atención los helechos arborescentes, típicos de regiones tropicales. Debajo de los tres estratos compuestos mayormente por árboles de distintos tamaños, se encuentra lo que se conoce como el sotobosque o estrato arbustivo, donde la luz escasea y se desarrollan gran variedad de arbustos, cañas, renovales de árboles, siendo todas plantas de tipo umbrófilo, cuya cantidad de especies hace muy difícil una enumeración detallada. Sólo a título de ejemplo se pueden mencionar algunas especies muy conspicuas como Pharus glaber, Loira latofolia y el helecho de extraña forma Adiantopsis radiata.
En el ambiente selvático hay que hacer mención de la flora que más propicia la intricada malla vegetal: las epífitas – plantas que usan de soporte las ramas de otras-, enredaderas y lianas que trepan por los árboles, muchas veces perjudicando al hospedador, enlazando ramas de árboles, de arbustos, de hierbas y de otras trepadores y así crean ese ambiente de verdor tan particular.
Tal vez merezcan un apartado especial por la riqueza que representa su variedad las Bromeliáceas, grupo que incluye a unas 2.000 especies exclusivas de América, de las cuales muchas son epífitas y un gran número de ellas se las conoce como caraguatáes, presentando gran variedad en la forma y tamaño de sus hojas como en sus flores y en la misma condición, por su diversidad y la belleza de sus flores. También merecen una referencia especial las orquídeas, de las cuales se citan para Argentina algo más de 250 especies, de las que se censaron sólo para el Parque Nacional Iguazú 85 especies; lo que muestra que un altísimo porcentaje del total mencionado para el país está en Misiones.
Especies de flora misionera con estatus comprometido
NOMBRE COMUN | NOMBRE CIENTIFICO | CATEGORIA |
Orquídea | Oncidium jonessianum | EP |
Palmito | Euterpe edulis | EP |
Palo rosa | Aspidosperma polyneuron | EP |
Pino Paraná | Araucaria angustifolia | EP |
Cedro misionero | Cederla fissilis | EP |
Helecho arborescente | Sp. varias | EP |
Marmelero negro | Guazuma ulmifolia | s/d |
Especies vegetales que han sido declaradas Monumentos Naturales por la provincia de Misiones:
– el palo rosa, ibirá-ró.mí o peroba (Aspidosperma polyneuron), declarado por la Ley Nº 2380 de 1986.
– el pino paraná o pino misionero (Araucaria angustifolia), también asignado con este rango por la Ley Nº 2380.
A su vez están protegidas legalmente las siguientes especies vegetales:
– las palmeras llamadas “pindocito” (Allagoptera campestris – Diplothemium campestre y Allagoptera arenaria) que forman parte de la flora nativa de Misiones, por Decreto Nº 2.914 de 1992, se prohíbe su comercialización bajo cualquier forma y su cosecha, tala o aprovechamiento.
– árbol de la yerba mate (Ilex paraguariensis) por Decreto Nº 1206 de año 1992, también se prohíbe su comercialización, aprovechamiento de sus hojas y tala en estado silvestre.
– hay cinco especies actualmente identificables de helechos arborescentes o gigantes (chachíes) que pueblan la selva misionera: Alsophila atrovirens Alsophila plagiopteris, Alsophila procera, Hemitolis sp., Dicksonia sellowiana, los que mediante el Decreto Nº 686 del año 1992, están amparados y se prohíbe su comercialización, usufructo o destrucción.
– y el Decreto Nº 557 del año 1992, también prohíbe la comercialización y el usufructo o destrucción de los ejemplares de palmito (Euterpe edulis), especie muy buscada como alimento y sus depredadores son tantos o más que los cazadores e incluso, presuntamente, han protagonizado hechos violentos.
Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez
La Selva Paranaense es la Ecorregión de mayor biodiversidad de la Argentina. Algunas cifras elocuentes dan idea de esta gran variedad: del total de mamíferos citados para el país se hayan presentes aproximadamente un 33 %, un 55% de las aves, igual porcentaje de peces, los reptiles representan el 31% y los anfibios casi el 35%.
De la bibliografía consultada no se obtuvo un inventario faunístico detallado del Parque, por lo que se hace mención de las especies que rescata Bosso (1994), en su trabajo sobre el área, que según dice textualmente parte “por información surgida de algunas salidas de campo y encuestas a operarios del establecimiento”. Por tal motivo se excluyen las referencias a la ictiofauna, batracofauna, herpetofauna e invertebrados.
Aún se observan en este parque provincial ejemplares del tamandúa u oso melero (Tamandua tetradactyla), antes de 2000, se lo consideraba vulnerable, y partir de ese año se lo incluyó en la categoría de Potencialmente vulnerable (SAREM, 2000), pero su área de distribución en territorio argentino no es muy extensa: además de la provincia de Misiones ocupa el norte de la Eco-región chaqueña, tanto húmeda como la zonas más seca, y la Selva de las Yungas. Es trepador hábil, lo que le permite llegar a lugares donde sus competidores no pueden hacerlo y ahí alcanza nidos de algunos artrópodos que son una importante fuente de su alimento. Lo acompaña su pariente, el oso hormiguero (Mymercophaga tridactyla) considerado localmente En Peligro (SAREM, 2000). Su dieta muy específica (termitas y hormigas, predominantemente) lo perjudica en su supervivencia y más aún al restringirse aceleradamente su hábitat en la región chaqueña (donde abundan los enormes termiteros), y es una víctima común de atropellamiento por automóviles ( Parera (2002), cita que en una ruta del Brasil en un año hubo 54 animales atropellados). Otro dasipódido que se observa en la unidad de conservación es el tatú negro, mulita grande o tatú hú (Dasypus novencinctus), con Riesgo bajo como estatus, uno de los pocos “acorazados” que habitan la selva misionera; se ve también al mono caí (Cebus apella), que antes de 2000 tenía estatus de Vulnerable y en ese año pasó a la categoría de Potencialmente vulnerable, siendo su área de dispersión acotada al norte de Misiones y norte de la selva yungueña; el agará popé o mayuato (Procyon cancrivorus), de estatus Vulnerable, también es habitante de este relicto selvático.
La nómina continúa con especies emblemáticas para la conservación como el yaguareté (Leo onca) – estatus En Peligro- con registros en algunos departamentos desde la mitad hacia el norte, imaginado una línea trasversal en la provincia; el puma (Puma concolor), el ocelote o gato onza (Leopardus pardalis) – Vulnerable (SAREM, 2000); el gato tigre, tirica o gato pintado, entre otros apodos vulgares (Margay tigrina) y además el llamado gato tigre, tiricao gato onza chico (Margay wiedii) – a las dos últimas especies mencionadas también se le asignan los géneros Leopardus, Noctifelis o Felis -; el tapir o anta (Tapirus terrestris), cuyo tamaño lo convierte en el mamífero más grande de Sudamérica y se lo califica como En Peligro, siempre refiriéndonos a la categorización realizada por la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos; el pecarí labiado o maján (Tayassu pecari); el tateto o pecarí de collar (Pecari tajacu), la corzuela parda (Mazama gouazoubira). Y además son relativamente conspicuos el acuti o agutí bayo (Dasyprocta azarae), restringida su distribución, en territorio argentino, a la provincia de Misiones y la ardilla misionera o coatí serelepe -en guaraní- (Sciurus aestuans), entre otras especies más de micromamíferos y murciélagos que no han sido registrados en esta somera prospección de la fauna. Sí, ente los roedores, es destacable la presencia del ratón espinoso (Abrawayaomys ruschii), siendo el ejemplar obtenido en Puerto Península el segundo conocido para la ciencia y el primero para la Argentina (Bosso, 1994).
Las aves de Puerto Península son muy abundantes, como ocurre con toda la selva misionera, por lo que una nómina detallada haría muy tediosa la lectura de este informe. Se hará mención de las especies que figuran como ”raras” para el área, en base a la lista que se presenta al final del nombrado informe, realizada por Mazar, López Lanús y Rodríguez Goñi en 1994.
El tataupá rojizo (Crypturellus obsoletus), el aninga o biguá víbora (Anhinga anhinga), la garcita azulada (Butorides striatus), el esparvero variado ( Accipeter bicolor), la paloma yerutí (Leptotila verreauxi), la yerutí colorada (Leptotila rufaxilla), el batará colorado (Hypoedaleus guttatus), el batará copetón (Mackenziaena severa), la mosqueta corona parda (Leptopogon amaurocephalus), el chalchalero ( Turdus amauchalinus), el pitiayumí ( Parula pitiayumi), el picochato grande (Tolmomyias sulphurescens), la mosqueta media luna (Phylloscartes eximius), la mosqueta parda (Lathrotriccus euleri), el mosquitero (Corythopis dedalandi), pepitero verdoso (Saltador similis), el tordo gigante, (Scaphidura oryzivora), y otros más. Se censaron 144 especies en 6 días de recorrido lo que evidencia que el número de aves de esta reserva es mucho mayor y seguramente en la actualidad ya se debe haber incrementado notoriamente esa nómina. En todo el territorio misionero se registraron unas de 550 especies.
Fueron declaradas Monumentos Naturales Provinciales, las siguientes especies animales:
– el yaguareté (Leo onca), por la Ley Nº 2.589.
– el yetapá de collar (Alectrurus risora), por Ley Nº 4.138
– anta o tapir (Tapirus terrestris), a este gran mamífero le fue asignada tal categoría mediante la Ley Nº 2.589 del año 1998.
– el águila harpía (Harpía harpyja), por Ley Nº 3.320.
– el lobo gargantilla o airaí (Pteronura brasiliensis), bajo la Ley Nº 3.320
– el loro denominado maracaná de lomo rojo o afeitado (Primolius maracana) – Ley Nº 3.455
– el tordo amarillo (Xanthopsar flavus) – Ley Nº 4.148
– y al oso hormiguero o yurumí (Myrmecophaga tridfatyla), la Ley Nº 2.589
– se mencionan cinco últimas designaciones, el loro llamado churao (Amazona petrei), al mono carayá-pitá o carayá rojo (Alouatta guarida), el zorro pitoco (Speothus venaticus), charao (Amazona petrei) y el pato serrucho (Mergus octosetaceus)
Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez
Ubicación
Se sitúa el área prospectada en el extremo noroeste de la provincia de Misiones, en jurisdicción del Departamento Iguazú, muy próxima a la ciudad de Puerto Iguazú. Sus coordenadas geográficas aproximadas son: 25º 43’ de Latitud sur y 54º 35’ Longitud oeste.
Linda con el P. N. Iguazú al norte, con la Reserva Municipal 2000 ha en el noroeste, al sur con la Reserva Privada Establecimiento San Jorge y al sudoeste con la Reserva Natural Militar Puerto Península.
Superficie
Originalmente la Ley de creación del área menciona que posee una superficie de 6.769 ha. y, posteriormente, otra Ley rectifica el Artículo 1º del mencionado instrumento legal, asignándole al Parque Provincial analizado una extensión de 6.829 ha y fracción. La finalidad de establecer esta área protegida fue dar amparo a un sector de selva paranaense que está en buen estado de conservación, especialmente se destaca la presencia del palo rosa y el palmito.
Relieve
El relieve de la provincia de Misiones podría considerarse como una transición entre la morfología mesetaria del Brasil y las planicies que comienzan en el extremo sur del territorio o sea, la región chaqueña. En su estructura Misiones forma el reborde meridional del macizo de Brasilia, el cual está formado por varias capas de basalto de diferente edad con inserciones areniscas cuarzosas, es decir rocas sedimentarias formadas por la unión de granos de cuarzo y otros minerales consolidados, que, muy erosionado toma la forma de serranías conocidas con los nombres de sierras de Santa Victoria, Misiones e Imán. Las mencionadas estribaciones carecen de los caracteres que identifican a esas formaciones orográficas por lo que no correspondería la denominación de sierras, sino que son propias formaciones del macizo del Brasil que adoptan dorsos y mesetas tabuliformes que le dan esa apariencia. Estas elevaciones actúan como si fueran una columna vertebral del territorio provincial al que recorren en gran parte de su longitud en dirección sudoeste-noreste y alcanzan alturas que promedian entre los 700 y 800 metros sobre el nivel del mar. Las primeras estribaciones comienzan en el sur con las sierras de Imán, con una longitud cercana a los 50 kilómetros, al sudoeste se presenta la sierra de los Apóstoles que se continúa con la de San José que apenas alcanza los 300 metros de altura.
La sierra de Misiones, de unos 180 kilómetros de longitud, continúa a la de Imán, cumpliendo la función de divisorias de aguas entre los afluentes de los ríos Uruguay y Paraná. Desde la localidad de Bernardo de Irigoyen hacia el noroeste se extiende la sierra de la Victoria, de unos 70 kilómetros de largo, ubicada entre las cuencas del arroyo Urugua-í y del río Iguazú. En forma paralela y más al sur de la Sierra de la Victoria se encuentra la pequeña serranía denominada Sierra Morena. Con la mención de esta última elevación se hizo referencia a las principales estribaciones que presenta el relieve de la provincia de Misiones, aunque hay otras serranías que por su poca significación no se comentan. Por las características de la región subtropical que nos ocupa, estas elevaciones están cubiertas mayormente por densa vegetación. Se destacan por su altura los cerros Barracón (835 m.), San Antonio (628m.),Costa , próximo a la frontera con Brasil de 780 metros, Bonito (708m.), Bella Vista (543m.), Melena (518m.) y muchos otros de alturas menores.
Las temperaturas constantemente elevadas y las abundantes precipitaciones han contribuido a la modelación de este paisaje a través de distintos ciclos erosivos, de donde surgieron una una gran cantidad de valles labrados por una abundante red de cursos de agua. Estos ríos y arroyos generalmente muy encajonados en sus nacientes, forman saltos y cascadas mientras descienden por los múltiples escalones derivados de la presencia de sucesivos mantos de basalto. A medida que pierden altura hacia sus grandes colectores forman amplios valles. Refiriéndonos a los suelos se distinguen al menos nueve clases de distintas texturas generando un mosaico de tonalidades que van desde los rojos intensos a los rosados suaves según la posición topográfica y el grado de alteración de las rocas que los integran. En las zonas tropicales es común que se forme un suelo producto de la alteración de distintos tipos de rocas ricas en óxidos e hidróxidos de hierro y aluminio, con pequeña porción de sílice, que se denomina laterita y es el material que integra la mayor parte de la tierra misionera. Más del 90 por ciento del territorio está cubierto por capas continuas y gruesas de meláfido de la formación de Serra Geral (Margalot, 1975).
De acuerdo a lo indicado por José Margalot (1975) en su trabajo sobre la geografía de Misiones, podemos señalar cinco regiones morfológicas que brindan un panorama más localizado del relieve de la Provincia. Ellas son:
1) La Peniplanicie o penillanura del Sur o de los Apóstoles, es una vasta zona de parte austral que en forma más o menos aproximada podría situarse desde Oberá hasta el límite con Corrientes. Es una superficie llana con muy pocas alturas que ha sufrido grandes erosiones, cuya poca elevación también incluye a las barrancas de los dos grandes ríos que la circundan y sólo en forma aislada hay pequeñas elevaciones y selvas. Estas sólo se manifiestan a través de los llamados localmente “capones”, es decir, isletas de montes selváticos aislados. El suelo no presenta la característica típica de gran parte de la provincia en cuanto a ser humoso y oscuro y también la erosión transformó los meláfidos en lateritas. Los cursos de agua presentan abundantes meandros. Estas características morfológicas propiciaron el asentamiento humano y allí se instalaron antiguamente los jesuitas y luego las primeras colonias agrícolas.
2) La franja costera del Paraná o planicie ondulada , que se extiende desde la localidad de Santa Ana hacia el norte bordeando en una lonja de unos 20 kilómetros de ancho al este del gran Río, presenta un relieve caracterizado por tener colinas y ondulaciones que han sido modeladas por los afluentes. Hay extensos espacios de zonas llanas que discurren entre los afluentes y este relieve va cambiando de fisonomía cuando se avanza hacia el centro de la Provincia donde comienzan las estribaciones serranas. El Paraná en gran parte de su recorrido presenta paredes abruptas, rocosas y su cauce es profundo.
3) La franja costera del río Uruguay tiene características muy peculiares por la gran cantidad de meandros que presenta el cauce, algunos semicirculares, o más cerrados aún, a lo que se agrega grandes barrancas. Las colinas se extienden sin una orientación determinada y sus laderas caen a los valles de formas redondeadas.
4) La franja de las sierras centrales que está rodeada por las dos últimas regiones y ocupada por los cordones serranos aludidos precedentemente, se extiende en sentido sudoeste- noreste con los nombres de Sierras de Imán y de Misiones, y otro en el extremo norte que corre en sentido noroeste- sudeste. Como ya se comentara los especialistas no aceptan la condición de sierras , en el sentido orográfico de la palabra, y definen al proceso orogénico como un largo desgaste bilateral del antiguo altiplano, por los afluentes del Paraná y el Uruguay a lo largo de dos o más ciclos erosivos, por cambio del nivel de base o por las condiciones climáticas. En un primer ciclo es probable que se haya llegado a formar una superficie aplanada, y en ciclos posteriores, por el levantamiento regional, los colectores ahondan su curso, encajonando sus meandros y comenzó un descenso general del nivel. Las serranías de la cuenca del Paraná tienen una pendiente abrupta y corta, con algunas partes donde las elevaciones llegan hasta la propia costa del río. En esta zona las selvas sobre las laderas se conservan en estado más o menos prístino. La pendiente del Uruguay sólo se diferencia en que la longitud del declive del terreno es mayor y con descenso casi escalonado.
5) La altiplanicie de San Pedro. Aproximadamente se refiere al sector ubicado al este de la Sierra de la Victoria y al noreste de la localidad de San Pedro que presenta un relieve ligeramente ondulado en discordancia con la red fluvial. Es la parte donde la antigua altiplanicie se presenta más coherente con laderas de mucha pendiente donde hay afloramiento de meláfiros en los valles de la red fluvial y los suelos sufren importante erosión hídrica.
En el siguiente cuadro se muestra en forma muy sintética el origen y la evolución del relieve misionero durante el transcurso de las eras geológicas:
ERA |
PROCESOS |
RESULTADOS |
Precámbrica |
Sedimentación e intrusiones magmáticas |
Formación del basamento por cratonización |
Paleozoica |
Sedimentación. |
Acumulación de sedimentos marinos y continentales. |
Mesozoica |
Sedimentación y vulcanismo. |
Formación de bancos de arenisca roja y grandes masas de basalto cubren casi toda el área. |
Cenozoica |
Plegamiento Andino y procesos erosivos. |
Fracturación y ascenso del terreno. Se altera la cubierta de basalto y se forman los suelos rojos lateríticos. Los ríos erosionan la meseta y le dan la fisonomía actual. |
Hidrografía
El territorio de Misiones está profusamente surcado por cursos de agua de distinto rango y a la vez lo circundan por los cuatro puntos cardinales importantes ríos. Estos son : el Paraná en todo su límite noroeste que la separa de la República del Paraguay; en el norte el río Iguazú que se constituye en el límite con el Brasil; en el límite ubicado en el sureste está el río Uruguay que también se encarga de separarla de Brasil hasta los Saltos de Moconá, lugar a partir del cual continúan como divisorias internacionales las aguas de los ríos Pepirí Guazú y San Antonio en la parte este -dejando un sector de frontera seca-; por último, en parte por los arroyos Itaembé y Chimiray la separan de la provincia de Corrientes. Las aguas están claramente divididas por el sistema serrano que permite el escurrimiento por sus laderas de las copiosas precipitaciones. Muy encajonados en las nacientes, ríos y arroyos forman saltos y cascadas al salvar los escalones que presenta el relieve para llegar a su colector. En el extremo noreste de la Sierra de Misiones, en las cercanías de la localidad de Bernardo de Irigoyen, se encuentran las mayores alturas de las estribaciones por lo que el lugar se constituye en un gran centro dispersor de aguas. Allí nacen afluentes importantes del Iguazú como el San Antonio, el arroyo Uruguaí o Grande que desagua en el Paraná a través del Embalse Uruguaí, el Piray Miní y el Piray Guazú que también son tributarios del Paraná, el Yabotí Miní, el Pepirí Guazú y el Yabotí Guazú, todos fluyen en el Uruguay.
El Paraná es el más importante de los grandes ríos que bordean a la provincia de Misiones e incluso está entre los más extensos del mundo. Forma una subcuenca de 1.510.000 km2¬ y posee 3740 km. de longitud (incluyendo el tramo del Paranaiba). Para su estudio se lo divide en tres tramos con caracteres distintos. El primero se denomina el Alto Paraná, también llamado Paraná brasileño o mesetario, goza de un clima tropical con precipitaciones concentradas en los meses de verano, que establecen el régimen del río hasta su desagüe en el Plata, con predominio de caudales de verano-otoño. Las lluvias de la alta cuenca, que se producen de diciembre a abril, con un máximo en febrero, derraman los mayores montos en las nacientes del río Tieté, en la Serra do Mar, donde superan los 4.000mm. anuales. El Alto Paraná, que se extiende desde su naciente hasta la confluencia con el río Paraguay, discurre por un lecho tortuoso y de ancho variable (Iglesias de Cuello, A. 1982). Los principales afluentes que recibe en territorio misionero son el Iguazú, el Mbotaby, el Yazú, el Urugua-í ( también llamado Marambas o Grande) con una longitud cercana a los 100 kilómetros – una cantidad de esa extensión fue ocupada por el lago que formó la represa del mismo nombre-, teniendo a su vez como afluentes al Sarita, al arroyo de las Cabeceras, al Uruzú y otros más.
Otros afluentes del Paraná siguiendo el rumbo norte-sur son el arroyo Bonito, el Tupicuá, el Aguaray Guazú, el Aguaray Miní, el Yacutinga, el Santa Elena, el Apereá y el Piray Guazú de caudal algo más importante que los precedentes, el Bonito, el Guaraguatay, el Itacuruzú, el Paranay Guazú y varios más. En la parte sur de su paso por Misiones el Paraná recibe otros afluentes entre los que se encuentran el Yabebiry, el arroyo el Liso, el Tacuaruzú, el Pindapoy Grande, el arroyo Zaimán, el Carpincho y el Itaembé que constituye el límite con la provincia de Corrientes, entre varios cursos más.
Otro río muy importante para la provincia es el Iguazú, que en lengua guaraní significa “Agua grande”. Su cuenca está limitada por la Serra do Mar al este y sudeste y Da Fortuna al sur. En el estado brasileño de Paraná, donde nace el Iguazú, hay una altura de 1300m. sobre el nivel del mar y desciende gradualmente hasta alcanzar tan sólo 100m. sobre el nivel del mar en su confluencia con el Alto Paraná. Tiene una longitud de 1320 kilómetros, de los cuales 1205 corren en territorio brasileño, y a lo largo de su recorrido presenta una serie de saltos (la mayoría se convirtieron en represas), entre los que se destacan el Caixas, el de Santiago, el de Osorio y el más grande y espectacular es el de las Cataratas del Iguazú con caídas de hasta 80m. de altura, a tan sólo 23 kilómetros antes de su desembocadura en el Paraná.
La superficie de la cuenca del río Iguazú tiene forma de hoja lanceolada y una extensión de 62.000 km2, lo que nos da una idea de la importancia hidrográfica que tiene. Recibe una cantidad muy grande de afluentes, siendo los arroyos Bacacher y Baringüí los que le dan origen y los ríos Chopim y San Antonio son los que forman el límite natural con la hermana República del Brasil. En lo que respecta al régimen del río Iguazú diremos que sus aguas provienen de las lluvias que caen en su cuenca imbrífera (espacio delimitado por la unión de todas las cabeceras que forman el río principal). Gran parte de las precipitaciones se infiltran a través de las múltiples fisuras que seccionan los planaltos y vuelven a aparecer a niveles más bajos en vertientes que surgen abundantemente.
El río tiene en general un curso meandroso y se encaja en el suelo rocoso de origen volcánico (basalto) produciéndo un abra en las Sierra de la Victoria y se encierra en la misma, produciendo dos cuchillas con la ruptura de la mencionada sierra y en el lecho correderas y rápidos, es decir tramos donde la velocidad de la corriente se acelera por un cambio de pendiente y por la obstrucción que produce la presencia de rocas.
Luego aparecen en el río una serie de salientes y estrechamientos que se alternan hacia arriba y hacia abajo de cada corredera dando origen a cañones en el basalto. Cuando los afluentes no han podido adquirir el mismo ritmo del Iguazú, y este toma un nuevo curso longitudinal, en su curso inferior presenta un gran desnivel que provoca numerosas rupturas de pendiente y niveles que seccionan en trechos al curso del río principal formando las cataratas, consideradas por su extensión las más grandes del mundo. Estas impresionantes caídas de agua forman un arco asimétrico con mayor desarrollo del lado Argentino. Un proceso geológico, definido como un rejuvenecimiento de un fenómeno de erosión retrocedente, provocó un cañadón llamado “Garganta del Diablo” cuyo fondo es una pared de basalto de 60 a 70m. de altura. La longitud de la línea de los saltos alcanza los 2700m. de los cuales 600 corresponden a Brasil. Una vez terminados los saltos, el río Iguazú estrecha su cauce y corre entre paredones de unos 50m. de altura y el ancho oscila entre 30 y 50m.
Otro de los grandes ríos mencionados, el Uruguay, posee una cuenca imbrífera que alcanza los 440.000 km2 de los cuales más de 70.000 pertenecen al territorio argentino y la longitud llega a los 1612 km., transportando un volumen medio de unos 4.700 m3 por segundo. Su nombre deriva de la lengua guaraní y significa río de los pájaros ( aunque hay otras interpretaciones). Nace en el Brasil en las Sierras Do Mar y Geral a menos de 100 km. del Atlántico y junto al río Paraná, en su desembocadura, forman el Río de La Plata. Enseguida de ingresar al territorio argentino, en la provincia de Misiones, forma los famosos Saltos de Moconá y muchos arroyos que parten de las sierras de Misiones y del Imán vierten sus aguas, aumentando así su caudal.
El río tiene un caudal máximo, generalmente en el mes de octubre, que llega a los 2.500m3 por segundo y un mínimo de 1.320 m3/seg. en el mes de abril. Los principales afluentes del río Uruguay en el territorio de la provincia de Misione son: el Pepirí Guazú de 170 kilómetors de longitud, otro de importancia es el arroyo Yabotí; el Tejas; el Paraíso o Ipané; el Chafariz, formado por la confluencia del Chafariz Chico y el Grande; el Tararira o arroyo de los Muertos; el Dorado; el Saltiño, sobre el que se hecho una presa; el Arazá Miní; el arroyo Ramón o Selva Quemada; el Segredo; el Chico Alférez y muchod más hasta llegar al arroyo Chimiray que en parte conforma el límite con Corrientes.
Una de las razones por las cuales se ha creado el Parque Puerto Península es para la protección de las nacientes del arroyo Mbocay que sirve como reserva acuífera para Puerto Iguazú.
Clima
La provincia de Misiones posee un clima Subtropical húmedo de llanura y en una porción pequeña del noreste Subtropical húmedo de meseta. Por su latitud la provincia de sitúa en lo que se denomina “cinturón subtropical de altas presiones” lo que representa que la parte del territorio provincial correspondiente a la vertiente del Paraná reciba en forma continua vientos provenientes del Atlántico cargados de humedad y también vientos tropicales del cuadrante norte.
El sector perteneciente a la vertiente de río Uruguay está expuesto a la recepción de los vientos del sur, más frescos, que condensan rápidamente las humedad de que son portadores. Estas circunstancias hacen que las precipitaciones aumenten de suroeste a noreste registrándose por ejemplo en Posadas una media aproximada a los 1.700 mm. anuales y en el extremo noreste se registren lluvias de más de 2.100 mm.
Como es característico del clima subtropical hay dos picos en cuanto a las precipitaciones se refiere: uno en otoño y otro en primavera y una disminución poco marcada en los meses de verano e invierno. Así como existe un aumento de las precitaciones desde el suroeste al noreste, se produce una variante también- más suave- de este a oeste, con una disminución en ese sentido. La rosa de los vientos para la mayor parte de la provincia evidencia como característica notable la ausencia casi total de vientos del sector sudoeste, pocos del sector oeste y la mayor cantidad provienen del sureste. Su velocidad es del orden de los 10 km. por hora, aunque en ocasiones ocurren vientos tornados que superan los 100 km. por hora y producen grandes destrozos en la vegetación de porte arbóreo principalmente.
Respecto a las temperaturas hay que señalar que hay al menos dos diferenciaciones pronunciadas. Por un lado tenemos las zonas marginales de los grandes ríos donde el vapor que emana del agua ejerce un efecto de regulación térmica, y la temperatura media anual supera siempre los 20° C , llegando a 26°C en enero y 15°C en julio. Por otra parte tenemos el clima de las zonas serranas, donde la altura hace cambiar sustancialmente esos registros, para cuya estimación vale tener en cuenta que la temperatura desciende 0.6 ° C por cada 100 metros que ascendemos. Esto hace que ocasionalmente ocurran en los cerros más altos precipitaciones níveas. Otra característica climática de toda provincia es que la amplitud térmica diurna sea más marcada que la estacional, lo que permite la condensación de abundante rocío nocturno.
Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez
Cómo llegar
Para llegar a la ciudad de Posadas, punto de referencia para arribar a las distintas áreas naturales protegidas que posee la provincia de Misiones deberán tomarse los siguientes caminos según el lugar de donde se procede:
Recursos culturales
La información de la que se dispone para el estudio del período prehispánico mesopotámico es escasa y fragmentaria. No obstante se puede aseverar que la ocupación humana inicial se remonta por lo menos, a 10.000 años a.C. y hubo en toda la región un proceso de continuidad y transformación gradual del poblamiento (Caro, et al., 1999). Habría tres etapas en el poblamiento de la zona litoraleña : una primer período que es en el que se instalan los primeros habitantes de la región de la margen izquierda del río Uruguay hace entre 9.500 y 6.500 años a.C.; la etapa temprana que dio lugar al mismo proceso de la etapa anterior pero con instalaciones en toda la cuenca del río Uruguay y en la del Paraná superior, hecho que ocurrió aproximadamente unos 6.000 años a.C; y la etapa media entre los 700 y 1.000 años d.C. (Caro, et al, 1999), en la que se produce una mayor diversificación personal de los pueblos y aparecen los primeros indicios de la cerámica (algunos estiman que esto ya existía hacia el año 500 a.C). La última etapa, llamada tardía, tiene por principal acontecimiento la llegada de los tupí-guaraní, de origen amazónico, cerca de unos 800 años d.C. (por dataciones radiocarbónicas). Los primitivos pobladores fueron recolectores, cazadores y pescadores. Los elementos que usaban par obtener su alimento eran armas arrojadizas provistas de punta de piedra. Generalmente asentaban sus poblados en el ángulo formado por un canal y un río, donde de encontraron, muchas veces, herramientas, generalmente de hueso y también frutos secos carbonizados (Ceruti, 2000). Las puntas de flecha eran de calcedonia, pequeñas y triangulares y con pedúnculo. Hay indicios de que las presas que más consumían eran los pecaríes, tapires, venados y ñandúes y respecto a la recolección sus favoritos eran los frutos de mistol, molle, algarrobo y miel.
El contingente que arribó en la etapa temprana (6.000 aC.), llamados umbú por los arqueólogos brasileños, eran mucho más numerosos que los predecesores. Ocuparon partes del sur de Brasil y los territorios de las actuales provincias de Misiones, Corrientes y Entre Ríos y partes de la Banda Oriental. Confeccionaron artefactos de sílex, cuarcita y basalto, tallados a percusión directa y a veces por presión y confeccionaron bolas de boleadora con y sin surco, hachas, manos para moler, picos y percutores. Las boleadoras estarían indicando que usaban espacios abiertos para la caza. A partir del año 1.000 d.C. se sabe de la instalación, en la zona norte de la mesopotamia, de poblaciones cada vez más numerosas de cazadores y pescadores. Ya se trasladadan en canoas y se hallaron utensilios de cerámica simple. Era común que le adosaran a la boca de las vasijas, de a pares, apéndices con forma de animales- especialmente abundaban las de loros – y se distinguen nutrias, carpinchos y también figuras antropomorfas (Caro,et al. 1999). Otra cultura se instaló en la zona de Yaciretá y Salto Grande entre 7.000 y 3.000 años atrás. Sólo se conoce de ellos el material trabajado en piedra al que los arqueólogos denominaron Ivaí. Una industria lítica que los arqueólogos brasileños denominaron Humaitá – entre 7.000 y 1.000 años atrás- fue hallada en las zonas que sus hacedores recorrían : el Alto Paraná y Alto Uruguay, afectando sólo parcialmente la provincia de Misiones, en donde los especialistas la denominaron industria del Complejo Altoparanaense. Igual que la Ivaí, esta cultura no utilizaba elementos de punta sino boleadoras y en la zona de la localidad de Tres de Mayo se encontraron cuevas con características excepcionales para la conservación de elementos como restos del actual tapir, corzuelas, edentados, lobito de río y otras especies más. (Ceruti, 2000). Cambios climáticos produjeron modificaciones del medio ambiente como el avance de la selva subtropical, y los campamentos de la cultura Humaitá o Complejo Altoparanaense se fueron desplazando hacia el este en las cabeceras de los ríos Uruguay y Jacuí. Las poblaciones que quedaron en el área original se adaptaron al creciente avance de la selva y estuvieron en el lugar hasta el año 1.000 d.C., hasta que llegaron los primeros agricultores amazónicos de estirpe guarani.
La familia linguística tupí-guaraní es una de las más importantes de América del Sur y ocupó grandes superficies en los territorios de Brasil, gran parte del Paraguay, algo de Bolivia y un sector del noreste argentino, llegando hasta el Río de la Plata. Se divide en varios ramas y numerosos grupos que, dentro de una gran uniformidad cultural y lingüística, se distinguían por pequeñas diferencias (Canals Frau, 1986). La rama meridional fue llamada guaraní y es la que ocupó, entre muchos otros lugares, la mitad noroeste de Misiones si imaginamos un corte longitudinal en dos mitades del territorio provincial y otra mitad sureste fue ocupada por los Kaingang. Lo más importante de destacar por sobre toda otra consideración, es el proceso de trasmisión de la cultura guaraní a las anteriores poblaciones que quedaban en la zona y a las contiguas a su área de dispersión. Incluso tuvieron gran gravitación sobre la vida de la población blanca durante el período hispánico (el idioma es hablado en partes de Misiones, Corrientes y Chaco y es, a la par del español, la lengua oficial del Paraguay). La toponimia y los nombre de la flora y la fauna locales está impregnada de palabras guaraníes. No se sabe con certeza si esta cultura fue la que introdujo la agricultura en la región, pero sí al menos que la difundieron. Al arribo de los españoles los timbúes (una rama guaraní) ya practicaban la agricultura. Su vivienda era la llamada maloca, que consistía en casas de gran tamaño- hasta cincuenta metros de largo- dentro de la cual vivían varias familias bajo el mando de un jefe. Un grupo de estas malocas constituía la aldea y se disponían en torno a un espacio central a modo de plaza(Rex González, 1993). Las armas características fueron el arco y la flechas con punta de madera, una especie de macana confeccionada también en madera dura con filo y las hachas típicas de piedra pulida que los distingue. Su economía se basaba principalmente en la agricultura con dos elementos que pueden atribuirse a origen amazónico; la mandioca y la batata. También cultivaban el maíz, el zapallo, el poroto, el maní, el algodón y la bixa que utilizaban para pintarse el cuerpo, dado que por lo general andaban desnudos, pero también a veces se cubrían con una vestimenta amplia de algodón a modo de camisón. Para cultivar talaban parcelas de selva- lo que se llama roza – con las referidas hachas y cuando el suelo empobrecía cambiaban de sitio, y el espacio desocupado reiniciaba su ciclo de poblamiento vegetal. La alfarería era un arte en el que se destacaban y era confeccionada mayormente con los dedos. Por ejemplo construían grandes urnas funerarias para adultos. Es destacable la práctica de la antropofagia que estaba relacionada sólo con los prisioneros de guerra y de la poligamia con restricciones vinculadas con la capacidad de sustento del individuo.(Rex González, 1993). La cultura esenciamente sedentaria y agrícola propició el establecimiento de misiones jesuíticas. Las primeras se fundaron en el territorio de Guayrá – Brasil- y los ataques que recibieron de los “mamelucos” y otros grupos aborígenes obligó a su traslado al actual territorio de Misiones. Las originarias datan del año 1.609 y duran hasta 1767 siendo la primera la de San Ignacio Guazú. Desde 1687 a 1707 fueron fundadas ocho misiones que sumadas a las ya existentes formaban treinta ciudades que constituían el Estado Jesuítico del Paraguay (Rez González, 1993). Con la expulsión de los jesuitas se produjo un abandono total e incluso hay datos que muestran que muchos guaraníes se habían adaptado a esta forma de vida y que las misiones estabam organizadas adoptando condiciones locales. Las quince misiones entre el Paraná y el Uruguay fueron abandonadas durante la guerra de 1816-1818, Hacia mediados del siglo XIX sólo quedaban 6.000 guaraníes ocupando las antiguas misiones (Métraux, 1946).
El territorio de la actual provincia de Misiones estuvo también ocupado. a la llegada de los españoles, por una cultura no vinculada con la Tupí-guaraní que fue la de los Kaingang, cuyo significado en lengua aborigen es “hombre del bosque”, en clara referencia a su hábito de poblar las zonas selváticas, que en el caso de Misiones abarcó toda una ancha franja paralela al cauce del río Uruguay. De ellos podemos decir que construían sus viviendas con troncos y hojas de palmera tejidas y el hombre no usaba vestimenta y las mujeres vestían tejidos hechos con fibras vegetales. Para la caza y defensa utilizaban las flechas hechas de huesos de ciervo o de mono y obtenían el fuego por rotación y lo transportaban en trozos de caña tacuara. Se tiene conocimiento que comían el fruto de la araucaria o pino Paraná (Araucaria angustifolia) y por influencia guarani implementaron gradualmente la agricultura. Sufrieron una fuerte presión de los guaraníes, a la que se sumó más tarde la de los Charrúas y por último la de los europeos, lo que produjo su paulatina extinción (Caro, et al, 1999)
Ecoturismo
En el Parque Puerto Península se puede ver la selva paranaense en su plenitud, con ejemplares de árboles colosales típicos de la región, su enmarañada vegetación con los “mil y uno” tonos de verde, sin que sea exactamente ninguno igual al otro, orquídeas en estado silvestre, si, las tan preciadas flores ornamentales acá se pueden ver en su ámbito natural, enredaderas gigantes que envuelvan a los árboles y terminan matándolo como ocurre con la denominada higuerón (botánicamente no pertenece al grupo de las enredaderas). Y si nos referimos a la fauna, bueno habría que extenderse varias carillas, pero vasta con decir que si la suerte nos acompaña, podemos llegar a ver al hermosísimo oso melero y su pariente el oso hormiguero y otros mamíferos interesantes, amén de vistosísimas aves como gran variedad de loros, surucuáes, tucanes, picaflores en más de diez especies distintas y mucho más. También se pueden practicar actividades náuticas en el curso de arroyo Mbocay y disfrutar de sus pequeños saltos. Este parque provincial integra una gran región de unidades de conservación entrelazadas entre si que se denomina “Corredor Verde”.
Todo el gran Corredor Verde de Misiones se constituye de por sí es un atractivo turístico por la presencia de la selva paranaense, recostada sobre las faldas de las sierras con una vegetación exuberante, con innumerables arroyos, riachos, caídas de agua y escenarios de gran belleza. Cada sonido es señal de la presencia de algún animal, nuestro caminar por la hojarasca puede provocar la estridente estampida de algún mamífero que se abre paso entre la intrincada vegetación, y el ambiente cálido y húmedo con la permanente sonoridad de las aves principalmente, nos envuelve en una atmósfera tan especial, que no parece de nuestro planeta, nos sentimos transportados a otro mundo. En este ambiente también se observan espacios con cultivos de yerba mate, té o tung, entre otros y algunas localidades “gringas”, que muestran la gran profusión de nacionalidades que se dieron cita en la provincia de la tierra colorada, de Horacio Quiroga y de las mundialmente famosas Cataratas del Iguazú. Como se mencionara en otras partes de este informe, el “Corredor” al que hacemos referencia precisamente está constituido en buena parte, por Reservas y Parques Naturales protegidos, sean de ámbito nacional, provincial, municipal o privado. Algunos de estos son el Parque Nacional Iguazú, los Parques Provinciales Salto Encantado, Cuña Pirú y Esmeralda, la Reserva de la Biosfera Yabotí, el área natural protegida Moconá e Urugua-í, entre algunas más. Cada una de ellas está desarrollada en forma separada en este Sitio y, por ende, podrá consultarse el ítem referido al turismo en cada una de ellas.
Además Misiones ofrece una variedad muy interesante de alternativas del turismo “convencional” y del ecoturismo en mayor medida. Poseedora de una riqueza natural inmensa, abunda en lugares recónditos donde la selva se manifiesta esplendorosa y la tentación de desentrañar sus misterios, para muchos, es irresistible. Así son abundantes los lugares que ofrecen esta oportunidad, combinada con todo tipo de posibilidades anexas, como recorridos en vehículos 4 x 4, cabalgatas, safaris fotográficos, circuitos en embarcaciones, paseos en kayak, senderismo, trekking y otras variantes más.
Problemas de conservación
Se repite en todos los textos donde nos referimos a la conservación de la biodiversidad de la selva misionera, que el principal grave problema que tiene que enfrentar la Eco-región Selva Paranaense, en el territorio de Misiones al menos, es la sustitución de la selva por cultivos y por bosque de especies exóticas. El desmonte por el sistema roza-tumba-quema y reemplazo del bosque natural por forestaciones de exóticas como coníferas y eucaliptos o monocultivos como el té, el tung, el tabaco y la yerba mate y otros, es habitual. Y la construcción de grandes represas hidroeléctricas, así como las inundaciones provocadas por el mal manejo regional de la cuenca del Paraná superior, son serios problemas de conservación (Bertonatti y Corcuera, 2000).
La caza de especies nativas sigue ocurriendo a pesar de las leyes que la prohíben y otras que amparan a algunas especies en forma especial, otorgándoles categorías como “Monumento Natural”. Esto sólo se mejora en el corto plazo, con mayores controles, tanto provengan estos del estado como de ONGs. En el largo plazo, sin duda, la educación juega un papel preponderante, máxime en un lugar donde un amplio sector de la población ve en la selva un obstáculo para realizar sus cultivos o desarrollar otras actividades productivas.
La caza de subsistencia autorizada a algunas comunidades aborígenes ( mbyá, por ejemplo, en Misiones) ya produce también un efecto negativo porque la misma se ejerce sobre un espacio de selva cada vez más reducido y también por la baja densidad de animales silvestres que hay en toda la ecorregión (Placi y Di Bitetti, 2005).
La necesaria conexión entre áreas núcleo se pueden asegurar más fácilmente mediante el establecimiento de corredores biológicos que atraviesen paisajes de zonas de uso múltiple que provean servicios valiosos para las poblaciones humanas (Placi y Di Bitetti, op. cit.).
Otro problema que afecta al medio ambiente es el crecimiento poblacional acentuado que posee la provincia de Misiones en los últimos años, aumentado por la inmigración. Esta se manifiesta también en la zona rural, que es otro índice que destaca a Misiones del resto del país, su gran número de población rural.
En contraposición a estas cuestiones adversas se puede señalar que posee un alto porcentaje de su superficie afectada como reservas y que ha mantenido desde hace varios años un rumbo decidido hacia la preservación de la selva.
Fecha e instrumento legal de creación
El 6 de mayo de 2004 se sanciona la Ley Nº 4.047 por la cual se crea el área protegida prospectada. Posteriormente, el 7 de abril de 2005, se sanciona la Ley Nº 4.173 que modifica el artículo primero de la anterior, cambiando la asignación catastral del área con lo que se modifica su superficie
Bibliografía
Bertonatti, C. y J. Corcuera, 2000. Situación ambiental argentina. Fundación Vida Silvestre Argentina. WWF. Buenos Aires.
Bonetto, A. A., Cordiviola de Yuan, E. Pignalberi, C. y O. Oliveros. 1969. Ciclos hidrológicos del río Paraná y las poblaciones de peces contenidas en las cuencas temporarias de su valle de inundación. Physis, 29(78): 213-223.
Bosso, A. 1994. Puerto Península. Bases para gestionar su incorporación al sistema nacional de áreas protegidas. Delegación Técnica Regional de la Administración de Parques Nacionales. Inf. Inéd. Puerto Iguazú. Misiones.
Braun, E. G. 1979. Informe final sobre Suelos; Proyecto para el Desarrollo Integrado de la provincia de Misiones. SEPLA-OEA. Buenos Aires.
Burkart, R, Bárbaro, N.O., Sánchez, R.O. y D.A. Gómez 1999. Eco-regiones de la Argentina. PRODIA. Buenos Aires.
Cabrera, A. 1961. Catálogo de los mamíferos de América de Sur. Rev. Mus. Arg. Cs. Nat. (zoología) IV: 1 –307 pag. Buenos Aires.
Cabrera, A. L. 1976 Regiones fitogeográficas argentinas. Ecic. Arg. de Agricultura y Jardinería, 2da. Ed. , Tomo II, fasc. 1: 1-85.
Cabrera & Willink. 1980. Biogeografía de América Latina. Secretaría General de la Organización de Estados Americanos. Washington.
Canals Frau, S. 1986. Las Poblaciones Indígenas de la Argentina, Hyspamérica. Buenos Aires.
Caro, R. P. 1999. Historia Argentina. T .I. Desde la prehistoria hasta 1829. Página 12. Buenos Aires.
Ceruti, C. 2000. (Direc. Tarragó) Nueva Historia Argentina. Los pueblos originarios y la conquista. En: Los pueblos del litoral: Ríos y Praderas. Sudamericana. Madrid.
Chebez, J.C. 1994. Los que se van. Especies argentinas en peligro. 604 pág. Editorial Albatros.
Chebez, J.C., Almirón, M., Chaves, H., Chebez, J.C., Liva, A. y Soria, A., 1996. La Selva Paranaense en la Argentina. En: “Primera Reunión Técnica de Trabajo Manejo y Conservación de Áreas Naturales Protegidas de la Selva Paranaense. Argentina, Brasil y Paraguay”, Delegación Técnica Regional Nordeste Argentino, Administración de Parques Nacionales, Puerto Iguazú, Misiones, Argentina.
Chebez, J. C. 1996. Fauna Misionera. Catálogo Sistemático y Zoogeográfico de los Vertebrados de la Provincia de Misiones (Argentina). L.O.L.A.. Buenos Aires.
Chebez, J. C. y N. Hilgert. 2002. Breve historia de la conservación en la selva paranaense. En “El Estado de la Mata Atlántica”. Ibsend Gusmao do Camara y Carlos. Galindo- Lmal (M.).
Chebez, J. C., Rey, N.R., Di Giácomo, A. y M. Babarskas. 1993. La avifauna del sistema nacional de áreas protegidas en Argentina. Res. Prim. Reun. de Ornit. de la Cuenca del Plata, 12-13. Pto. Iguazú. Misiones.
Chebez, J. C., Rey, N. R., Barbaskas, M. Y A. Di Giacomo. 1998. Las aves de los Parques Nacionales de la Argentina. Monografía Nº 12. Editorial L.O.L.A. Buenos Aires.
Chebez, J. C. 2006. Puerto Península. Parque Provincial. EN: Guía de las Reservas Naturales de la Argentina. Volumen Nordeste, Editorial Albatros. Buenos Aires.
Díaz, G. y R. Ojeda. (Compiladores) 2000. Libro rojo de mamíferos amenazados de la Argentina. SAREM. Buenos Aires.
Dimitri, M.J. , Leonardis, R.F. , Biloni J. S. 1997. El nuevo libro del Árbol: especies forestales de la Argentina Oriental. El Ateneo. Buenos Aires.
Diotti, C. 2003. Corredor Verde de Misiones. Revista Vida Silvestre Nº 83. F.V.S.A. Buenos Aires.
Erize, F. y J. C. Chebez. 1993. El Gran Libro de la Naturaleza Argentina. Editorial Atlantida. Buenos Aires.
Ferrari, S. 2004. El Corredor Verde de Misiones (infografía). Revista Vida Silvestre Nº 87. F.V.S.A. Buenos Aires.
FUCEMA. 1997. Libro Rojo de Mamíferos y Aves Amenazados de la Argentina. Fundación para la Conservación de las Especies y el Medio Ambiente. Buenos Aires.
García Fernández, J. 2002. El Corredor Verde de Misiones: una experiencia de planificación a escala bio-regional. EN: Burkart, R., J.P. Cinto, Chebez, J. C., Gracía
Fernández, J., M. Jäger y E. Reigelhaupt. La selva misionera: opciones para su conservación y uso sustentable. FUCEMA. Buenos Aires.
Giraudo, A. 2001. Serpientes de la Selva Paranaense y del Chaco Húmedo. L.O.L.A. Buenos Aires.
Iglesias de Cuello, A. 1982. Hidrografía: Cuenca del Plata. En Atlas total de la República Argentina. Atlas Físico, Vol. 2. Chiozza y Figueiras, Directores. CEAL. Buenos Aires, Argentina.
Laclau, Pablo, 1994. La conservación de los Recursos Naturales y del Hombre en la Selva Paranaense. Boletín Técnico N°20. Fundación Vida Silvestre Argentina, 139 pp.
López, L. & Cámara, H. 2005. Senderos en la Selva Misionera. Ministerio de Ecología, Recursos Naturales Renovables y Turismo. Gobierno de la Provincia de Misiones. Posadas . Misiones. Argentina.
Lorenzini, H. N. y R.R. Balmaceda. 1993. Geografía de la Argentina. A-Z Editora. Buenos Aires.
Margalot, J. A. 1975. Geografía de Misiones. S/ed.
Martines Crovetto, R. 1963. Esquema fitogeográfico de la provincia de Misiones. Bomplandia. Tomo 1. Nº 3. Corrientes.
Mazar Barnett, J., López lanas, B. y H. Rodríguez Goñi. 1995. Lista de aves observadas en el Establecimiento Iguazú “Puerto Península”, Departamento Iguazú, Provincia de Misiones. Inf. Inéd.
Ministerio de Ecología y Recursos Naturales Renovables (MEyRNR), 1999. Misiones, conocer para defenderla. Cuadernillo informativo. Gobierno de la Provincia de Misiones.
Narosky, T y D. Izurieta. 2003. Aves de Argentina y Uruguay: guía para la identificación. Vázquez Mazzini. Buenos Aires.
Navas, J., T. Narosky, N. Bó y J. C. Chebez. 1991. Lista patrón de los nombres comunes de las Aves Argentinas. Asociación Ornitológica del Plata.
Ottonelo, M.M. y A.M. Lorandi, 1987. Introducción a la Arqueología y Etnología. Diez mil años de Historia Argentina, Ed. EUDEBA. Buenos Aires.
Parera, A. 2002. Los mamíferos de la Argentina y la región austral de Sudamérica. El Ateneo. Buenos Aires.
Plací, G. y M. Di Bitetti. 2005. Situación ambiental en la ecorregión del Bosque Atlántico del Alto Paraná (Selva Paranaense). EN: Brown, A., Martínez Ortiz, U.,
Acerbi, M. y J. Corcuera. La situación ambiental Argentina 2005. Fundación Vida Silvestre Argentina. Buenos Aires.
Rex González A. y J. A. Pérez. 1993. Historia Argentina. Argentina Indígena. Ed. Paidos.
SAREM, 2000. (Díaz, G. B. y Ojeda, R. A. editores y compiladores). Libro Rojo de Mamíferos de la Argentina. Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos.
Secretaría de Planificación y Control, 1978. Atlas General de la Provincia de Misiones, Dirección General de Estadísticas y Censos. Posadas, Misiones.
SIEMPRO (Secretaría de Desarrollo Social), 1996. Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales. Información Social, Misiones.
Serrano, A. 200. Los Aborígenes Argentinos. Paideia. Córdoba, Argentina.
Waller, T. 1987. Registro de la localidades de distribución de las especies del género Caiman (Crocodylia, Alligatoridae) en Argentina. Amphibia & Reptilia. I (III): 68-75pag. Buenos Aires.
www.misiones.gov.ar/ecologia.
Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez
WWW.PATRIMONIONATURAL.COM
Términos y condiciones
Para su relevamiento de campo, Patrimonio Natural.com se traslada en vehículos